" Ya es hora que el arte deje de ser bufón de la corte"

Vladiir Mayakovski (1893-1930). Poeta, comediógrafo


jueves, 11 de marzo de 2010

Cinemateca UGT. Viernes 12 de marzo, 20 h: Vampyr, de C.Th. Dreyer

Vampyr, de Carl Theodor Dreyer
Francia-Alemania, 1931. 72’. v.o.s.e.
Ciclo: Film singular (I)
Único pase


Carl Thedor Dreyer es uno de los grandes cineastas de lo invisible. Su estilo sobrio, profundo y austero, casi calvinista, sumado a sus temáticas de resonancia religiosa y moral, le ha valido ser considerado como el realizador metafísico por excelencia. Pero escondido en el corazón de este sereno moralista, hubo también espacio para el lado oscuro. Para los espectros de la obsesión, lo sobrenatural y lo esotérico.


Así fue como vio la luz Vampyr (1931), rodada entre 1930 y 1931, a caballo entre el cine mudo y el sonoro, después del no menos sonoro fracaso de La pasión de Juana de Arco (1928), obra maestra incomprendida en su día. Quizá por ello, ante el éxito que obtenían las producciones fantásticas del cine alemán, y movido también por cierta envidia hacia su compatriota Benjamin Christensen y su polémica Häxan, Dreyer decidió plasmar su propia versión de lo sobrenatural.

La contribución de Dreyer al género fantaterrorífico y, más concretamente, a la filmografía vampírica se ha convertido, con los años, en un genuino filme de culto, exquisitamente macabro, surrealista e inclasificable . Aunque inspirado en motivos de los relatos de Sheridan LeFanu -el castillo asolado por una vampira de Carmilla, el enterramiento en vida que aparece en La posada del Dragón Volado...-, lo cierto es que éstos son mera excusa para sumergirnos en un delirante mundo de magia y pesadilla, carente de la lógica formal y el desarrollo clásico no sólo de los cuentos originales, sino del cine de terror tradicional. Nunca el espectador se ve tranquilizado por la explicación de lo sucedido, ni por una secuencia lógica de acontecimientos, sino que, al igual que el protagonista se encuentra plácida y aterradoramente perdido en un escenario onírico, recreado con regusto simbolista y surreal por la espléndida fotografía de Rudolph Maté.

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