" Ya es hora que el arte deje de ser bufón de la corte"

Vladiir Mayakovski (1893-1930). Poeta, comediógrafo


jueves, 5 de febrero de 2009

Cinemateca UGT. Viernes 6 de febrero a las 20 h: La Buena Boda


La buena Boda (Le Beau mariage), de Éric Rohmer.
Francia, 1981. 97’. v.o.s.e. 35 mm
Próximo pase: Domingo 8 de febrero a las 18 h
Ciclo: Buscando a Rohmer

En colaboración con los Servicios Culturales de la Embajada de Francia en España y la Alianza Francesa en España

La buena boda es un film rodado en 1982, y supone una ruptura con el anterior film que, realizado un año antes inauguro la serie de Comédias y proverbios, hablo de La mujer del aviador (La femme de l'aviateur). En este segundo film de la serie, Rohmer abandona los 16mm. y pasa a rodar en el formato más extendido, los 35mm.. No es este el único cambio que encontramos en La buena boda, pero como veremos, esta película no supone en términos definitorios un cambio de orientación en el cine de Eric Rohmer cómo si lo ha sido, por ejemplo, La inglesa y el duque (L'anglaise et le duc, 2001).

Creo que el cine de Rohmer es un cine de personajes totales. De protagonistas absolutos sobre los cuales recae tanto el peso de la acción narrativa cómo de la dramática. Rohmer apenas construye tramas para sus secundarios, en algunos casos los utiliza como (simples) espoletas para que provoquen una reacción en el elegido protagonista. Pero por lo general no hay en su cine una voluntad de divagar por caminos paralelos a través de personajes secundarios, ni, por decirlo de algún modo, descargarles de responsabilidades. Ante esa negativa, Rohmer prefiere el azar (algo inseparable de sus creaciones); el encuentro fortuito se convierte en la principal baza de Rohmer para trazar los caminos de sus protagonistas. Bajo esta pauta, Sabine, la protagonista de La buena boda interpretada por la habitual Béatrice Romand, se moverá bajo los efectos de esa casualidad y recorrerá los diferentes caminos trazados por Rohmer en función de esos actos (deliberadamente) fortuitos. Porque está claro que al cineasta galo no le interesa en absoluto la credibilidad que puedan tener ciertos encuentros en iglesias, trenes, cafeterias, jardines o miradores.

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