" Ya es hora que el arte deje de ser bufón de la corte"

Vladiir Mayakovski (1893-1930). Poeta, comediógrafo


lunes, 21 de enero de 2008

Cinema en Sevilla


Cómicos, de Juan Antonio Bardem.
España, 1954.
Club Antares- Cineforum
Martes 22 de enero a las 19.30 h.

Seguramente “Cómicos” no se pueda considerar el mejor trabajo del director. Con un excelente guión, técnicamente adolece de un estilo más concreto, flirteando entre imágenes realistas, planos expresionistas o escenas oníricas.


En cuanto a los actores, todos procedentes del teatro como era habitual, quizás pequen de sobreactuación. Aunque a pesar de esto, se puede asegurar que “Cómicos” preludia lo que será una brillante primera parte en la carrera de su director, con una serie de obras personales y definitivas.

Lo que puede parecer una crítica exigente de su primer film, a la vista de lo que derivó la carrera de Bardem a partir de los años sesenta, no cabe duda que la convierte en una piedra angular de su filmografía y por extensión del nuevo cine español.


El increíble hombre menguante (The incredible Shrinking man, de Jack Arnold.

USA, 1957.

Cámara lenta, Cámara inquieta.

Martes 22 de enero a las 20.30 h.


Este formidable clásico de los años 50 es el fruto de la unión creativa de dos maestros del género: el escritor Richard Matheson - que adapta aquí para la pantalla grande su segunda novela - y Jack Arnold.

Es uno de los mejores filmes. No es más que una reelaboración de La Metamorfosis de Kafka, pero en vez de que el protagonista se transforme en un insecto aquí simplemente se empequeñece. Es una película muy prolija y lineal - no hay argumentos secundarios, es el simple detalle de las fases por las cuales pasa Scott Carey -, que semeja más a un descriptivo documental científico que a un film.

La bestia humana, de Jean Renoir.
Francia, 1938

Taller de cine. Centro Cívico Las Sirenas
Sábado 26 de enero a las 20.00 h.

Lo que en principio parece un argumento de cine negro en toda regla, se convierte en un auténtico drama, debido al enfoque que Renoir le da a la historia, no apartándose ni un sólo instante de ese carácter naturalista que impregnó toda su obra, pero quizá siéndolo aquí más que nunca, lo cual le da al film una esencia única, convirtiéndolo casi en una rareza con un poder de fascinación literalmente impresionante. Es imposible no entrar en la historia ni en su atmósfera, y no sentirse embriagados por ella. A ello ayuda, por supuesto, el tratamiento que el director le da a todos sus personajes, enormemente ricos en matices, ocurriendo algo insólito en cierta medida: llegamos a simpatizar con todos. De esa forma, Renoir nos acerca más a sus desgracias, y llegado el momento de la verdad sentimos con ellos todo lo que les ocurre.

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