Cómo maté a mi padre (Comment j’ai tué mon père),
de Anne Fontaine.
Francia, 2001. 100’. v.o.s.e. 35 mm.
Familia(s) / Famille(s)
En colaboración con: Servicios Culturales Embajada de Francia en España / Alianza Francesa
Único pase
de Anne Fontaine.
Francia, 2001. 100’. v.o.s.e. 35 mm.
Familia(s) / Famille(s)
En colaboración con: Servicios Culturales Embajada de Francia en España / Alianza Francesa
Único pase
Se trata del cuarto trabajo de la realizadora Anne Fontaine, "Como maté a mi padre" (Comment j'ai tué mon père), con la exquisita materialización actoral de Michel Bouquet (premio César 2002) y Charles Berling, dos actores de reconocida trayectoria en su país.
Como si no hubiesen mediado años, y al parecer sin remordimientos, Maurice regresa a visitar a sus hijos a los que abandonó para emigrar al continente africano y ejercer la medicina.
Jean Luc, el hijo mayor, también médico, es un hombre exitoso que ha preferido olvidar su pasado armando un presente sin perturbaciones y donde ninguna pieza debe moverse de lugar: mujer, amante, posición social y profesión a la que dedica buena parte de su tiempo. El hijo menor es un actor al que le cuesta independizarse de la imponente figura de su hermano, para quién trabaja de chofer a cambio de un "digno" salario.
Con la llegada del padre, sus vidas aparentemente tranquilas y sin altibajos se complican para dar paso a un incontenible desconcierto interior. Un personaje deseado y a la vez rechazado se hace presente para perturbar el microcosmos que estos hermanos han creado y del cual Maurice nunca formó parte. Sin embargo, este hombre templado logrará entablar una relación muy profunda con la solitaria Isa, esposa de Jean Luc (una sugerente Natacha Regnier), que pasa sus horas sumida en una quietud por momentos desesperante.
La necesidad de matar la figura de su padre al que no logra perdonar confrontan a Jean Luc con su propia imposibilidad de ser padre.
Maurice volverá a irse, luego Jean Luc recibirá la noticia de su muerte y todo volverá a la normalidad después del tormentoso y postergado encuentro familiar. Pero el sabor amargo que queda en el aire es de una hondura indescriptible, mérito incuestionable de Fontaine que maneja el tempo a su antojo para servir al denso clima que habita su film.
Un guión impecable y actuaciones soberbias contribuyen a dar cuenta de las fantasías y rencores que genera la ausencia.
El film de esta francesa, multipremiada en su tierra y en el extranjero, penetra con gran habilidad en el laberinto del que los personajes no pueden, aunque lo intenten, salir indemnes. Y los espectadores tampoco.
Como si no hubiesen mediado años, y al parecer sin remordimientos, Maurice regresa a visitar a sus hijos a los que abandonó para emigrar al continente africano y ejercer la medicina.
Jean Luc, el hijo mayor, también médico, es un hombre exitoso que ha preferido olvidar su pasado armando un presente sin perturbaciones y donde ninguna pieza debe moverse de lugar: mujer, amante, posición social y profesión a la que dedica buena parte de su tiempo. El hijo menor es un actor al que le cuesta independizarse de la imponente figura de su hermano, para quién trabaja de chofer a cambio de un "digno" salario.
Con la llegada del padre, sus vidas aparentemente tranquilas y sin altibajos se complican para dar paso a un incontenible desconcierto interior. Un personaje deseado y a la vez rechazado se hace presente para perturbar el microcosmos que estos hermanos han creado y del cual Maurice nunca formó parte. Sin embargo, este hombre templado logrará entablar una relación muy profunda con la solitaria Isa, esposa de Jean Luc (una sugerente Natacha Regnier), que pasa sus horas sumida en una quietud por momentos desesperante.
La necesidad de matar la figura de su padre al que no logra perdonar confrontan a Jean Luc con su propia imposibilidad de ser padre.
Maurice volverá a irse, luego Jean Luc recibirá la noticia de su muerte y todo volverá a la normalidad después del tormentoso y postergado encuentro familiar. Pero el sabor amargo que queda en el aire es de una hondura indescriptible, mérito incuestionable de Fontaine que maneja el tempo a su antojo para servir al denso clima que habita su film.
Un guión impecable y actuaciones soberbias contribuyen a dar cuenta de las fantasías y rencores que genera la ausencia.
El film de esta francesa, multipremiada en su tierra y en el extranjero, penetra con gran habilidad en el laberinto del que los personajes no pueden, aunque lo intenten, salir indemnes. Y los espectadores tampoco.
Patricia Carbonari. Fotograma. com
Comment j'ai tué mon père
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