" Ya es hora que el arte deje de ser bufón de la corte"

Vladiir Mayakovski (1893-1930). Poeta, comediógrafo


miércoles, 17 de junio de 2009

QUE LA CINEMATECA ESTRENE ...


Reunir a la familia todos los años para conmemorar la muerte de un hijo, invitar a ese día al responsable involuntario de esa muerte, es el nuevo suplicio japonés que Hirokazu Kore-eda ha concebido, tras el abandono de niños en Nadie conoce.

Entre la penumbra de la casa tradicional y el jardín aplastado por el calor, entre el cementerio y la orilla del mar, se divide la letanía de pequeñas y antiguas historias, de resentimientos, de mentiras, de heridas jamás cicatrizadas. Impregnado de una tal madurez, evocadora en su temática más de una vez de Ozu y en su puesta en escena a Naruse, que nos hace adivinar detrás de toda acritud una ilusión perdida, una pena desconsolada. No hay modo de reconstituir una relación destrozada tras una tragedia similar. Pero a pesar de todo queda una transmisión de generación a generación, una repetición de palabras y de gestos que parecen homenajes inconscientes a los ancianos. Escrita por Kore-eda tras la muerte de su madre, rodada de manera sutil, luminosa y refinada, es una declaración de amor paradójica a la familia.

Si además viniese acompañado de Tokyo Sonata, otro film japonés sobre la familia, el gozo sería completo.

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