El silencio antes de Bach (Die stille vor Bach), de Pere Portabella.
España, 2007.102’ . v.o.s.e. 35 mm.
La Cinemateca estrena
Último pase
España, 2007.
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Siempre he visto en el preludio a la primera suite para cello solo de J.S Bach una especie de escritura íntima de mi relación con la vida. Las suites me parecieron, mientras y después de ser bailarina, la única música que era sonido, escritura y silencio a la vez, el comienzo y el final de algo, el círculo, el regreso, y por supuesto fueron lo único que pudo sonar en La felicidad nunca hizo feliz a nadie, mi espectáculo chino-lacaniano, con imágenes del cine de Ozu proyectadas en las paredes caligrafiadas con agua. Las suites marcaron a menudo mi biografía, y las escuché tocadas al cello por Paul Stouthamer, pero también al laúd, trompa o saxo. También otras piezas de Bach, que me pareció siempre el autor más moderno. Hace unos días vi la película de Pere Portabella. Me gustó el título, pero yo pensaba, al contrario, en el después de Bach, en que el silencio no puede seguir teniendo la misma consistencia, como pasa a menudo con algunas palabras que vienen a inscribir algo en nuestra historia y la transforman por completo. Pero claro, en ese caso se trata de nuestra historia subjetiva, de la "pequeña" historia de cada uno, lo extraño, lo asombroso para mí es que Bach consiga escribir esa nueva dimensión en la música dentro de la otra, la gran historia, a la que raras veces accedemos. La película, bella, tranquila, y sencilla parte de una estructura musical previa y además de la música del maestro alemán, se nutre de obras de Mendelssohn y Györg Ligeti. La anécdota de cómo Mendelssohn redescubre la obra de Bach, prácticamente inédita y que nadie tocaba, a través de los papeles en los que su carnicero envolvía la carne, me hicieron pensar también en la historia de cómo Pau Casals encontró las suites que yacían olvidadas en la Casa Beethoven de las Ramblas de Barcelona, y trataba de imaginar su gran emoción al darse cuenta de lo que tenía entres sus mano. Durante años y años Pau Casals tocó esas suites en su intimidad, dice que tocaba una cada día de la semana y el domingo las tocaba todas. Tardó años en autorizarse tocarlas en público, igual que Rostropovich en permitir una grabación de su versión, también muy buena. La o las historias narradas en la película son mínimas, aparecen diversos personajes de los siglos XVIII, XIX y XXI; además de Bach, y algunas escenas en Alemania, me quedo con el camionero interpretado por el siempre interesante Alex Brendemühl y la colaboración de mi antiguo maestro teatral, Jaume Melendres. El guión, que me parece un acierto, está escrito a tres manos, Pere Portabella, Xavier Albertí y Carles Santos. Me emocionó la escena del preludio de la primera suite para cello en el metro de barcelona (vale la pena esperar hasta el minuto 2'20!) y agradecí poder ver el piano cayendo desde las alturas al mar... el paseo por el río, la lluvia, el órgano y esas iglesias silenciosas, donde dios nos es más que una música con la que bailar mientras dure el trayecto.
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