" Ya es hora que el arte deje de ser bufón de la corte"

Vladiir Mayakovski (1893-1930). Poeta, comediógrafo


martes, 3 de junio de 2008

Cinemateca UGT. Cine para amantes del cine. Viernes 6 de junio a las 20.30 h: El silencio antes de Bach

El silencio antes de Bach (Die stille vor Bach), de Pere Portabella.
España, 2007. 102’. v.o.s.e. 35 mm.
La Cinemateca estrena
Próxima sesión: Domingo 8 de junio a las 19 h


El último film de Pere Portabella es un ejercicio de estilo. Y lo es con todas sus consecuencias. Supuestamente estamos ante una obra vanguardista que camina por senderos arriesgados planteando una lectura transversal, estilizadamente abstracta, alrededor de la música del compositor Johannes Sebastian Bach.

Y en realidad es así. El silencio antes de Bach trabaja las formas cinematográficas de un modo original y particular, ya sea por la desaparición de la relación causa-efecto, la asincronía entre imagen y sonido, los bruscos saltos temporales y espaciales, la ausencia de una línea narrativa coherente con la percepción de la literatura decimonónica o por la variedad de registros fílmicos manifestados en las difusas acepciones historiográficas de cine de vanguardia (cine experimental estético y político), documental (no-ficción, ensayo fílmico) y ficción. Todos los recursos utilizados resultan fáciles de identificar como el del discurso personal de un autor cuya visión rupturista -marcada por las historias sin argumento -, ya se planteaba en filmes como Umbracle (1972). La duda que subyace este planteamiento artístico es la pertenencia a una extraterritorialidad, a una independencia asumida de antemano que en El silencio antes de Bach parece desaparecer. Los sistemas de producción han cambiado, el contexto ya no es el mismo y la urgencia expresiva y comunicativa ha desvanecido. Ya no hay discurso político como sucedía en No compteu amb els dits (1967), Umbracle o más claramente en El sopar (1975) y Informe General (1976), nada queda de la fascinación vampírica y arrebatadora de Cuadecuc-Vampir (1970). El resultado se ha diluido para acercarse a una pretenciosidad encubierta que busca insistentemente una épica transcendental, aquélla que en Pont de Varsòvia (1989) ya causaba estragos.

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