con Daisy Granados, Raúl Pomares, Thais Valdés, Luis Alberto García, Jorge Cao, Alicia Bustamante, Luis Alberto García (hijo).
Cuba, 1998. 110 min.
Cuba, 1998. 110 min.
El cine cubano durante la década de los ochenta
La década de los años ochenta fue una época de replanteamiento, activación y apertura de caminos para la cultura cubana. En el ámbito cinematográfico se producen no pocos sucesos y controversias, llegan a la ficción directores formados antes como documentalistas y realizadores de noticieros, así como una nueva generación de actores, todo vinculado a los crecimientos de una producción -con una meta de más de una decena de filmes anuales- que al final del decenio totalizaba setenta largometrajes.
El año 1981 marcó un hito. El estreno de Cecilia, de Humberto Solás, desata agitados debates y enfrentamientos, y representa un momento álgido de la interrelación entre el cine cubano, la crítica, el público y la estructura estatal concebida para la cultura. Una historia adaptada de la literatura, con una profunda reflexión en torno a la identidad nacional y el peso en ella de la mulatez, recorrida además por motivos como el incesto y distinguida por una alta calidad estética y una gran osadía, levantó una polémica en la que se le cuestionaba el replanteo artístico de la historia y en la cual se erigieron pretextos para atacar a la institución productora. Más allá del debate en torno a cuál debería ser el modo de acercamiento a la realidad, Cecilia trascendió y es considerada por la crítica especializada como uno de los mejores filmes de los ochenta, junto a "Papeles secundarios" (1989, Orlando Rojas), "La bella del Alhambra" (1989, Enrique Pineda Barnet), Un hombre de éxito (1985, del propio Solás) y "Plaff" o "Demasiado miedo a la vida" (1989, Juan Carlos Tabío).
Sobresale en la década, además, una tendencia al populismo y a la simple ilustración o exposición de la realidad, en filmes cuya única y dudosa conquista estribaba en una comunicación ocasional y somera con el gran público, sin mayores propósitos en las líneas estética y conceptual.
La década de los años ochenta fue una época de replanteamiento, activación y apertura de caminos para la cultura cubana. En el ámbito cinematográfico se producen no pocos sucesos y controversias, llegan a la ficción directores formados antes como documentalistas y realizadores de noticieros, así como una nueva generación de actores, todo vinculado a los crecimientos de una producción -con una meta de más de una decena de filmes anuales- que al final del decenio totalizaba setenta largometrajes.
El año 1981 marcó un hito. El estreno de Cecilia, de Humberto Solás, desata agitados debates y enfrentamientos, y representa un momento álgido de la interrelación entre el cine cubano, la crítica, el público y la estructura estatal concebida para la cultura. Una historia adaptada de la literatura, con una profunda reflexión en torno a la identidad nacional y el peso en ella de la mulatez, recorrida además por motivos como el incesto y distinguida por una alta calidad estética y una gran osadía, levantó una polémica en la que se le cuestionaba el replanteo artístico de la historia y en la cual se erigieron pretextos para atacar a la institución productora. Más allá del debate en torno a cuál debería ser el modo de acercamiento a la realidad, Cecilia trascendió y es considerada por la crítica especializada como uno de los mejores filmes de los ochenta, junto a "Papeles secundarios" (1989, Orlando Rojas), "La bella del Alhambra" (1989, Enrique Pineda Barnet), Un hombre de éxito (1985, del propio Solás) y "Plaff" o "Demasiado miedo a la vida" (1989, Juan Carlos Tabío).
Sobresale en la década, además, una tendencia al populismo y a la simple ilustración o exposición de la realidad, en filmes cuya única y dudosa conquista estribaba en una comunicación ocasional y somera con el gran público, sin mayores propósitos en las líneas estética y conceptual.
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