" Ya es hora que el arte deje de ser bufón de la corte"

Vladiir Mayakovski (1893-1930). Poeta, comediógrafo


miércoles, 23 de junio de 2010

QUE LA CINEMATECA ESTRENE ...


Al igual que en Géminis, donde, con una técnica más elegante que en esta brutal La rabia, hablaba del incesto, ahora brinda otra propuesta extrema, visceral, mostrada sin ningún tipo de reparo, como esa secuencia de la matanza del cerdo, ejemplo de la naturalización de la violencia que se respira desde la cuna en el campo, algo de lo que no se puede huir, con lo que se crece, y que es mostrada en toda su verdad, huyendo de la idealización de lo rural y de los que en él habitan, que siempre suelen aparecer como personajes nobles y comprometidos. Sobrevivientes, como los llama John Berger, desclasados en cualquier sistema político.

Albertina Carri nos regala momentos de fascinación y otros de repulsión, formando un conjunto tan afilado como bien engrasado, una mezcla en la que muestra a la vez la belleza del campo, la fealdad del alma humana y la inocencia infantil (mostrada esta última con el apoyo de una animación escalofriante muy lograda).

Como la rabia que contagian los perros, la violencia también se contagia, todos la van ejerciendo sobre otros, sobre el más vulnerable. El sexo casi animal, los dibujos de la niña (casi abstractos y que no interrumpen el ritmo de la película), la relación con los animales, todo es violento y crudo.

Se podría pasar toda la filmografía de Albertina Carri, formada sólo por tres películas, en la próxima muestra “la mujer y el cine” para poder comprobar que toda ella está hecha sin concesiones, es audaz, provocadora, fuente de discusiones, algo pretenciosa y fútil. Quizás demasiado interesada en asustar a los burgueses y en ser incómoda a cualquier precio.

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