" Ya es hora que el arte deje de ser bufón de la corte"

Vladiir Mayakovski (1893-1930). Poeta, comediógrafo


lunes, 21 de septiembre de 2009

QUE LA CINEMATECA ESTRENE ...


La película de Steve McQueen brilla por su inteligencia y trata con implacable frialdad un momento clave del conflicto irlandés, la trágica huelga de hambre que llevó a la muerte a diez prisioneros políticos, incluido Bobby Sands, símbolo de la resistencia al gobierno británico. El director narra los 66 días que transcurren desde su entrada en la prisión de Maze hasta su muerte.

Las imágenes de las celdas con sus paredes tapizadas con excrementos y de las manos del guardián tras haber golpeado brutalmente a los detenidos son ejemplos de la forma en que se construye la narración apoyándose en una imagen muy física, evitando la idea de un cine de la ilusión. McQueen pone en primer plano la materialidad de la imagen y hace al espectador consciente de los elementos formales de la película y lo enfrenta a ella. La ficción avanza como una micronarración a través de planos minuciosos y secos, pero cuyo sentido se suspende hasta que se logra la identificación tras las astucias temporales, que provocan una difuminación moral. Imágenes que se escapan justo cuando creíamos tenerlas, y obligan a hacer un esfuerzo para reatraparlas bajo un nuevo ángulo.

Hay, en la parte central de Hunger, un momento genial: un plano secuencia con cámara fija de una docena de minutos que muestra a dos hombres de perfil dialogando cara a cara, Bobby Sands y un sacerdote. Hablan largamente de las relaciones entre Inglaterra e Irlanda, de los diferentes métodos de lucha, de las razones y límites de la violencia… La escena es extraordinaria por la simplicidad y fuerza de su dispositivo, la calidad de sus diálogos, el aliento impresionante de sus actores; articulada sobre la palabra es, además, la antitesis formal del resto de la película.

En Cannes, donde recibió la Cámara de Oro, ya se avisó de que tendría que sortear varios escollos para poder tener una distribución normalizada. La economía y la precisión plástica de McQueen tropiezan necesariamente con las convenciones narrativas del cine. Cada secuencia, autónoma, es un concentrado de tensión que amenaza con estallarnos en plena cara. Así que sólo se ha podido ver en el Festival de Cine de Tarragona.

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