En San Petersburgo, Sonia se aburre y sólo piensa en partir. Se imagina una vida dura, pero elegida por ella. La frontera franqueada, le cortan las alas, pelea y se hunde.
Transe, que se presentó en
Sensacional, en todos los sentidos del término, la película describe sensaciones, las deja desarrollarse y tomar posesión de la escena, del sentido. Teresa Villaverde es capaz de hacer creíble cualquier situación y hacerla bascular repentinamente del lado mental. Hay viajes al inconciente que no se olvidan. Transe marca durante mucho tiempo. Uno se pregunta cómo puede conseguir mantener la película más allá de lo sostenible, cómo su actriz, maravillosa, resiste sin caer ella misma en la locura, y cómo nosotros mismos llegamos a soportar en la pantalla lo que no queremos ver en la vida. Todo se debe a Sonia, o mejor aún, a esa curiosa entidad que toma forma en Sonia: en la que tenemos también nuestro lugar.
Transe no juzga. No nos propone soluciones. Sólo dice que estamos hechos de oro y de mierda: su inhumanidad, su barbarie es la nuestra. Rehusar ver semejante viaje al fin de la noche con el pretexto de que presenta hechos demasiados duros debería ser vivido como un fracaso colectivo. Hay que entrar en Transe y vivir la experiencia. Al cine no se va a cerrar los ojos.
Que magnífico ciclo para
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