Wonderful town, de Aditya Assarat
Tailandia, 2008. 90’. v.o.s.e. 35 mm
Próximo pase: Sábado 28 de noviembre, 20 h
Ciclo La Cinemateca estrena
Tailandia, 2008. 90’. v.o.s.e. 35 mm
Próximo pase: Sábado 28 de noviembre, 20 h
Ciclo La Cinemateca estrena
Todo en Wonderful town es delicado, apenas esbozado, como quien pasa de puntillas por una habitación para no molestar. El debutante Aditya Assarat nos regala un precioso poema visual de la desolación (la física y la moral), que llega precedido de un abultado currículo de premios y de su exhibición en el BAFF (Barcelona Asian Film Festival). Wonderful town está ambientada en un pueblecito del sur de Tailandia asolado por el tsunami en 2004, aunque esta circunstancia apenas se menciona. Un lugar y unas gentes heridos, reconstruidos sólo en apariencia, donde la tristeza flota en el aire y perviven las cicatrices de la tragedia. Hasta aquí llega Ton, un arquitecto de Bangkok, para supervisar las obras de un hotel en la playa que un día estuvo llena de turistas. Se enamora de Na, propietaria del único alojamiento que queda pie, pero los lugareños y el hermano de ella no parecen nada dispuestos a permitirles vivir en paz su pequeña historia de amor.
Como suele suceder en el cine asiático, sus virtudes son también sus defectos. El ritmo narrativo pausado (muuuy pausado) que es su seña de identidad se convierte por momentos en eterno, y la contención de sentimientos de los personajes deja a veces perplejo al espectador, que no entiende bien por qué pasa lo que pasa. Aunque pocas pegas más se le pueden poner a esta hermosa y sencilla película. La fotografía y el tratamiento del color juegan un papel fundamental en la recreación de la atmósfera de melancolía, contraponiendo la belleza salvaje de la naturaleza a la fealdad de los edificios devastados y solitarios, plagados de goteras y humedades, como los propios habitantes del pueblo.
Como suele suceder en el cine asiático, sus virtudes son también sus defectos. El ritmo narrativo pausado (muuuy pausado) que es su seña de identidad se convierte por momentos en eterno, y la contención de sentimientos de los personajes deja a veces perplejo al espectador, que no entiende bien por qué pasa lo que pasa. Aunque pocas pegas más se le pueden poner a esta hermosa y sencilla película. La fotografía y el tratamiento del color juegan un papel fundamental en la recreación de la atmósfera de melancolía, contraponiendo la belleza salvaje de la naturaleza a la fealdad de los edificios devastados y solitarios, plagados de goteras y humedades, como los propios habitantes del pueblo.
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