Juventud en marcha (Juventude em marcha), de Pedro Costa.
Portugal, 2006. 154’
Único pase
Ciclo: Costa versus Huillet&Straub
Juventud en marcha Juventud en marcha Juventud en marcha Juventud en marcha en Youtube
Portugal, 2006. 154’
Único pase
Ciclo: Costa versus Huillet&Straub
Juventude em marcha, el título original de la producción portuguesa más relevante del año 2006, sugiere una juventud en movimiento, una juventud activa. La película de Pedro Costa deja la sensación de lo circular, lo perpetuo, como ya se concreta en su título. El autor lo expone en las siguientes palabras: “La juventud es un riesgo y es preciso correrlo. El cine es un riesgo y es preciso correrlo. Y que, después, es preciso saber envejecer y filmar. Se dice en una cantata de Bach: «Que tu vejez sea como tu juventud»”
Juventud en marcha es la muestra, la más madura, la más completa, de la capacidad de Pedro Costa para iluminarnos. El primer plano de la película no nos ahorra extrañeza: el frontis de una casa de arquitectura irregular -con un aire a la arquitectura flechiforme del Gabinete del Dr. Caligari-, de la que caen uno tras otro objetos arrojados por alguien invisible, se nos presenta en una especie de siniestra, seca, intrigante fealdad. Y luego, aparece una mujer negra con un cuchillo, y, sin una gran gestualidad, pero sí con un semblante feroz, empieza a recitar un texto de memoria, o es lo que parece. La mujer tiene algo entre primitivo, mítico y temible, el cuchillo fálico es absolutamente suyo, como si sus palabras tradujeran el cuchillo, o como si se apoyara en él y así pudiera hablar.
Así empezamos a ver las desventuras de Ventura (luego nos daremos cuenta de que aquella feroz mujer ya entrada en años era su mujer, y que se dirigía a él y no a nosotros), el hombre que hablaba con sus hijos, y, como señala Pedro Costa, la película hubiera podido durar eternamente, ya que gracias a ese mecanismo siempre podía encontrarse con un nuevo hijo por conocer.
Juventud en marcha es la muestra, la más madura, la más completa, de la capacidad de Pedro Costa para iluminarnos. El primer plano de la película no nos ahorra extrañeza: el frontis de una casa de arquitectura irregular -con un aire a la arquitectura flechiforme del Gabinete del Dr. Caligari-, de la que caen uno tras otro objetos arrojados por alguien invisible, se nos presenta en una especie de siniestra, seca, intrigante fealdad. Y luego, aparece una mujer negra con un cuchillo, y, sin una gran gestualidad, pero sí con un semblante feroz, empieza a recitar un texto de memoria, o es lo que parece. La mujer tiene algo entre primitivo, mítico y temible, el cuchillo fálico es absolutamente suyo, como si sus palabras tradujeran el cuchillo, o como si se apoyara en él y así pudiera hablar.
Así empezamos a ver las desventuras de Ventura (luego nos daremos cuenta de que aquella feroz mujer ya entrada en años era su mujer, y que se dirigía a él y no a nosotros), el hombre que hablaba con sus hijos, y, como señala Pedro Costa, la película hubiera podido durar eternamente, ya que gracias a ese mecanismo siempre podía encontrarse con un nuevo hijo por conocer.
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