" Ya es hora que el arte deje de ser bufón de la corte"

Vladiir Mayakovski (1893-1930). Poeta, comediógrafo


sábado, 18 de marzo de 2006

SÁBADO 18 A LAS 20.00 H/ Y DOMINGO 19 A LAS 18.00 HORAS


John Huston, la aventura de vivir
USA, 1956. 116 minutos
con Gregory Peck (Capitán Ahab), Richard Basehart (Ismael), Leo Genn (Starbuck), Orson Welles (Reverendo Mapple), Harry Andrews (Stubbs)
V.O. inglesa con subtítulos en español
La aventura que, en consonancia con Melville, describe el Moby Dick de Huston –uno de los mejores films de aventuras marinas de la historia del cine-, es una odisea tétrica, paranoica y claustrofóbica que transmite una lograda sensación de opresión incluso en los instantes en los que la majestuosidad del velero ballenero Pequod, la inmensidad del océano y la excitación de la pesca de enormes cetáceos llenan de aparente vitalidad unas imágenes que, en todo momento, Huston impregna con colores pálidos y, en ocasiones, con encuadres retorcidos. Basta ver como planifica el tenebroso sermón del padre Mapple en lo alto de su púlpito en forma de proa de barco (sic), en el que el personaje evoca, premonitoriamente, el episodio bíblico de Jonás y la ballena; el momento en que el Pequod zarpa, contrastado con primeros planos de mujeres de expresión triste que ven partir a los hombres a alta mar; la tensión del primer discurso del capitán Ahab a su tripulación, convirtiendo su arenga contra la ballena blanca en una suerte de comunión blasfema contra Dios; la excelente secuencia de la conversación de Ahab con Boomer, el capitán de otro ballenero también mutilado por Moby Dick, en la que se pone de relieve la divergencia de puntos de vista vitales (Boomer ya ha olvidado el cetáceo que le dejó sin mano, mientras que Ahab es incapaz de perdonar la misma desgracia, la pérdida de su pierna, porque ve en ello una afrenta del animal); la resolución de escenas como las del Pequod flotando en un mar en calma, o la brillante secuencia de la tormenta y el fuego de San Telmo, que añaden un componente en la frontera de lo fantástico que fácilmente podemos atribuir a la participación de Bradbury en el guión; todas las excelentes escenas del acoso a Moby Dick, llenas de perturbadores detalles que van de lo onírico (las gaviotas que siguen fielmente a la ballena gigante) a lo humano (el momento en que Starbuck/Leo Genn se contagia de la locura de Ahab), y que culmina con ese hermoso plano final del ataúd de Queequeg, tabla de salvación de Ismael, único superviviente del desastre del Pequod, flotando solitario en el mar.

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